martes, 19 de julio de 2011

Estación De Bomberos - C. Bukowski


nos fuimos del bar
porque ya no teníamos dinero
pero teníamos un par de botellas de vino
en la habitación.
eran alrededor de las 4 de la tarde
y pasamos por una estación de bomberos
y ella comenzó a enloquecer:
“¡una ESTACIÓN DE BOMBEROS! ¡ay, me encantan
los coches de BOMBEROS, son tan rojos y tal! ¡entremos!”
la seguí.
“¡COCHES DE BOMBEROS!”, gritó
bamboleando su enorme trasero.
intentaba ya trepar a uno, la falda arremangada hasta la
cintura, su cuerpo doblado en dos hacia arriba del asiento.
“¡espere, espere, déjeme ayudarla!” dijo un bombero corriendo hacia ella.
otro bombero se acercó
a mí: “los visitantes siempre son bienvenidos”, me dijo.
el otro tipo había subido al asiento con
ella. “¿tiene una de esas COSAS enormes?” preguntó ella.
“¡ah, ja ja ja! ¡quiero decir uno de esos CASCOS enormes!”
“también tengo un casco grande”, le contestó él.
“¡ah, ja ja ja!”
“¿juegas a las cartas?”, le pregunté a mi bombero.
yo tenía 43 centavos y me sobraba el tiempo.
“pasa al fondo”, me dijo. “por supuesto que no apostamos dinero.
va contra el reglamento”.
“comprendo”, le dije.
mis 43 centavos habían aumentado a un dólar noventa
cuando vi que ella subía al piso de arriba con su bombero.
“va a enseñarme los dormitorios”, me dijo.
“comprendo”, contesté.
cuando su bombero se deslizó barra abajo
diez minutos después le hice un gesto con la cabeza
para que se acercara. “me debes 5 dólares por eso”.
“¿5 dólares por eso?”
“no queremos un escándalo,
¿verdad?, los dos podríamos perder nuestros
empleos. aunque yo no tengo trabajo, claro”.
me dio los 5.
“siéntate, puede que recuperes”.
“¿a qué juegan?”
“al blackjack”.
“apostar va contra el reglamento”.
“como todo lo bueno. además, ¿ves algún dinero sobre la mesa?”
se sentó. ahora éramos 5.
“¿qué tal estuvo, Harry?”, le preguntó alguien.
“no estuvo mal, no estuvo mal”.
el otro se fue escaleras arriba.
jugaban realmente mal.
no se preocupaban por recordar
las cartas. no sabían si quedaban cartas
altas o bajas. y sobre todo siempre se pasaban,
nunca se paraban a tiempo.
cuando el otro tipo bajó
me dio un billete de cinco.
“¿qué tal te fue, Marty?”
“no estuvo mal, sabe... moverse”.
“¡carta!”, dije. “una chica limpia y simpática. yo también la he probado”.
nadie dijo nada.
“¿algún incendio grande últimamente?” pregunté.
“nada. poca cosa”.
“necesitan un poco de ejercicio, muchachos. ¡otra carta!”
un muchachote pelirrojo que había estado sacando brillo a
un camión tiró el trapo y subió las escaleras.
cuando bajó me tiró un billete de cinco.
cuando el 4º tipo bajó le di 3 billetes de cinco y él me dio uno
de veinte.
no sé cuántos bomberos había en el edificio o dónde estaban.
supongo que alguno se me escapó
pero yo me lo tomé deportivamente.
fuera estaba oscureciendo cuando sonó
la alarma.
empezaron a correr de un lado a otro.
los chicos bajaban deslizándose por la barra.
entonces bajó ella deslizándose por la
barra. era buena en la
barra. una mujer de verdad. toda agallas y culo.
“vámonos”, le dije.
ella se quedó allí de pie diciendo adiós con la mano
a los bomberos, pero a ellos ya no parecía interesarles.
“volvamos al bar”, le dije.
“eh, ¿tienes dinero?”
“encontré un poco que no sabía que tenía...”
nos sentamos al final de la barra
con unos whiskies y después cerveza.
“sí que necesito un buen descanso”.
“claro, nena, necesitas descansar”.
“¡mira cómo me mira ese marinero!
debe pensar que soy... una...”
“nada, no piensa eso. tranquila, tú tienes
estilo, un gran estilo. a veces me recuerdas a una
cantante de ópera. ya sabes, una de esas prima donnas.
se te nota el estilo en todo. bébete la copa”.
pedí 2 más.
“sabes, papi, tú eres el único hombre que
AMO, ¡me refiero al verdadero... AMOR! ¿lo sabes?”
“claro que lo sé. a veces me siento como un rey
a pesar de todo”.
“sí, sí. a eso me refiero, algo así”.
tuve que ir al servicio. cuando regresé
el marinero estaba sentado en mi
sitio. ella le había pasado una pierna por encima y
él hablaba. pasé por delante de ellos y me puse
a jugar dardos con Harry el caballo y el chico aquel que
vendía periódicos en la esquina.


la simplesa del amor...¿o el amor de lo simple no?

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